Las mejores formas para aprender son aquellas en las que el estudiante asume de manera autónoma responsabilidad sobre su propio aprendizaje, y esto es solo posible, cuando ha logrado establecer pequeños compromisos (de tiempo, organización, esfuerzo, cumplimiento, calidad, etc).

Como padres debemos estar atentos a desterrar una cultura de aprendizaje pasivo en la que nuestros hijos inviertan tiempo y recursos haciendo sus deberes, pero de manera mecánica, teniendo como única preocupación terminar rápido, realizando el menor esfuerzo, con la intención de lograr un resultado aprobatorio.

Un excelente punto de partida es ayudar a nuestros hijos a tomar conciencia del por qué o para qué están aprendiendo, el descubrir cuán estratégicos o cuán efectivos están resultando sus métodos, hábitos y rutinas de aprendizaje. En la medida en que ayudemos a nuestros hijos a ser más reflexivos, críticos y propositivos con sus propios compromisos, les estaremos ayudando a ser más autónomos y eficientes. Para lograrlo necesitamos también asumir pequeños compromisos, tales como:

  • Invertir tiempo en el diálogo, asumiendo una actitud respetuosa y reflexiva. Un menor asume una mayor autocrítica cuando percibe que no hay amenaza y que habrá continuidad a lo que se le propone.
  • Focalizar el esfuerzo y capitalizar la motivación. Las consignas “haré mi mejor esfuerzo porque me gusta aprender” o “el mejor y mayor esfuerzo para convertirme en la mejor persona” deben estar muy por encima de cualquier búsqueda de recompensas.
  • Compartir el entusiasmo por aprender. Ni los hijos ni los padres necesitamos confirmar la cantidad o calidad de conocimientos que tenemos pero sí necesitamos utilizar esos conocimientos para resolver problemas, para comprender situaciones, para formular explicaciones, para asumir posturas, para brindar apreciaciones ante situaciones reales, etc. Quizá por eso sea más oportuno ayudar a nuestros hijos a transferir sus aprendizajes a situaciones reales o a experiencias de vida, y en esto, los adultos tenemos mucho más que compartir.
  • Reafirmar y reconocer los progresos. Cada vez que los padres acompañamos y orientamos a nuestros hijos, les estamos enseñando que por encima de cualquier resultado está siempre el valor de su persona y que ese es nuestro mayor tesoro.

Los padres necesitamos irnos convenciendo que la motivación para aprender es gradual y progresiva, no uniforme ni constante. Por tanto, nuestros hijos pueden tener fallas, bajones o descuidos y estos no responden necesariamente a deficiencias en sus capacidades ni se puede atribuir como responsabilidad de terceros. Para lograr que nuestros hijos aprendan, necesitamos ayudarles a gestionar de manera autónoma sus compromisos de mejora personal. Aquí es donde nos debemos encontrar siempre familia y escuela.

César Santamaria Juárez – Subdirector de formación

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