Testimonio de vida de voluntaria, por Miss Flor de Maria Espinoza Guardia.

Si me preguntan ahora mismo qué me pareció la participación como voluntaria en este evento deportivo que se realizó en nuestra capital puedo decir felicidad.

Esta preparación la tuve desde el momento que apareció la convocatoria y, la verdad, tengo que confesar que el postular para ser voluntaria en los dos eventos deportivos no fue nada sencillo, pero con mucha entrega y esfuerzo, logré acceder a todas las capacitaciones, renunciando muchas veces a fines de semana por estudiar y seguir lo que me decían los coordinadores de ambos eventos deportivos.

Las dos sedes donde realicé mi labor de voluntaria fueron el Estadio Eduardo Dibos, ubicado en San Borja y en la Videna. El esfuerzo fue tan gratificante que ver a los deportistas en las diferentes disciplinas y poder observar sus rostros al llegar a la meta buscando a quien mirar para decir “lo logré” fue algo que me emocionó. 

Todo esfuerzo tiene una recompensa, y para mí fue verlos a ellos, a los deportistas de los países participantes con diferentes discapacidades; el estar allí ayudándolos, intercambiando opiniones, fue mi triunfo personal, porque aprendí que a base de esfuerzo y sencillez se pueden perseguir muchas metas y que todos somos campeones en la vida.

Como docente siempre he tenido presente lo que alguna vez una gran amiga me dijo… “si ayudas, se te recompensará con lo menos inesperado”, y tengo que confesar que el servicio, el tender la mano al que lo necesita es la mayor recompensa, como persona te sientes realizada.

Agradezco a mi familia, amigos y compañeros, por seguir apostando en el servicio al prójimo y a los más vulnerables, que es uno de los valores Carmelitas.

 

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