Escrito por Mariana Anchante García

Si tuviera que elegir una palabra que pueda representar al CENIT, estoy segura que elegiría oportunidad. Una oportunidad para crecer, para compartir, para salir de tu zona de confort y sobre todo para conocer a nuevas personas.

Toda gran experiencia empieza con la preparación. Las semanas de preparación estuvieron llenas de ideas sobre los temas que podríamos tratar en el evento, además de las posibles danzas que podríamos llevar a la muestra cultural. Pero esas semanas también comprendieron expectativas ya que, a diferencia de otros viajes, en este nos quedaríamos con familias de estudiantes del colegio.

Una vez que llegamos a Colombia estábamos con los nervios de conocer a las familias, me trataba de dar una idea de cómo eran, deseaba conocerlos. Cuando lo hice descubrí que eran, realmente, muy amables. Toda la semana en la que me hospedé con ellos me trataron como una hija y una hermana. Hasta el día de hoy sigo en contacto con ellos y no podría estar más agradecida.

Ya comenzando la semana del encuentro me encontré con nuevos retos. El primero, y creo yo más difícil de todos, fue levantarme a las cuatro de la mañana todos los días, pues la movilidad que nos llevaba hasta el colegio venía por nosotras a las cinco. Esto fue un claro golpe a mi zona de confort, no soy una persona madrugadora y eso significaba un nuevo reto. Por supuesto que ver como Sarita, mi host, lo hacía todos los días me nacía admirarla cada vez más.

El segundo reto fue conocer a diferentes personas, suelo ser una persona algo tímida para hacer nuevos amigos. Aun así, allí éramos desconocidos salvo por las personas con las que cada uno viajo. Algo que ayudó a conocer a nuevas personas fueron los grupos que se armaron con todos los integrantes del congreso, en estos no te tocaba con nadie que conocieras, y en cierta manera fue muy divertido. Aprender diferentes costumbres, jergas, formas de vivir de estas personas que las contaban con mucho orgullo es una de las cosas que nunca olvidaré. Con mucha suerte logré amistarme con dos chicas que, como yo, les daba algo de miedo hablar con los demás. Juntas pasamos experiencias increíbles y estoy muy agradecida por ellas.

En el segundo día de nuestro viaje tuvimos nuestra presentación. Los nervios fueron muy grandes, casi no podía prestar atención a las otras presentaciones por estar repasando mi parte una y otra vez para sentirme segura que lo iba a hacer bien. Nos llamaron, pasamos al frente y en ese momento supe que todo lo que habíamos estudiado, investigado y practicado se manifestaría con nuestra ponencia. Gracias a Dios todo salió muy bien y muchas personas nos felicitaron por nuestra excelente memoria. Con la presentación ya hecha solo nos quedaba una última preocupación, el baile.

Para la muestra cultural decidimos bailar Valicha, un baile tradicional de Cusco. El día de la muestra estaba muy nerviosa, salíamos primero y tenía miedo de olvidarme la coreografía aunque sabía que la había practicado incontables veces. Nos llamaron a pasar al frente y comenzó la música, si me hubieran dicho qué iba a suceder después no lo habría creído ni en un millón de años; pero a mitad de la coreografía la música se detuvo repentinamente. Todas nos miramos con pánico, pero entendimos que debíamos seguir bailando y así lo hicimos. Los otros colegios que habían venido en representación de Perú cantaron la melodía y de esa forma nos sentimos en confianza. Además, todo el auditorio comenzó a aplaudir para acompañarnos y fue una gran experiencia. Después del pequeño incidente nos informaron que bailaríamos otra vez ya con todo arreglado. La segunda vez fue mucho más tranquila, ya nos sentíamos confiadas con los pasos, pero eso no quito el miedo de que se vuelva a malograr la música, por suerte eso no volvió a suceder.

Después de los bailes solo quedaba un evento para la clausura final del CENIT: La muestra gastronómica. Creo que está de más decir que Perú arrasó en ella. Todos los asistentes del evento iban a nuestro stand a probar la famosa Inca Kola, la maravillosa papa a la huancaína, el muy picante (para ellos) Tarí. Se maravillaron con la gran cantidad de diversidad que nuestro país tenía para ofrecer y eso les encantó. Tampoco faltó el peruano que buscaba tomar algo de Inca Kola o probar, aunque sea un poco, de la huancaína que habíamos llevado porque extrañaba la comida peruana y con mucha razón porque nuestra gastronomía es irremplazable.

En el penúltimo día de nuestro viaje visitamos algunos puntos turísticos. El bellísimo mirador de Monserrate fue el primero, seguido del divertido parque aventura y el relativamente nuevo museo egipcio. Ese día fue muy divertido e hice cosas que tal vez aquí en Perú no me atrevería a hacer. Lamentablemente ese día tuve que despedirme de las amigas, que había hecho en mi corta estadía porque de ahí no las volvería a ver hasta que Dios quiera. Fue un día agridulce, pero siguió siendo un gran día.

Ya en mi último día en Colombia tuve que despedirme de la maravillosa familia que me acogió; con promesas de volver a vernos pude, aliviada, decir un hasta luego.

Por toda esta experiencia siempre veré al CENIT como una gran oportunidad que se me presentó y estaré agradecida hasta el final con mis padres, el colegio, la Virgen y Dios por dejarme tomarla.

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