Por Ariana Zevallos Hoyos 5to B

La verdad no sé cómo empezar a describir la experiencia Andes, resumámoslo cómo una de las mejores semanas de mi vida hasta el momento.

Yo había participado antes en el Cenit cuando estaba en tercero; dicha experiencia se realizó de manera virtual por la pandemia. Mi sorpresa fue grata cuando recibí la convocatoria a un intercambio internacional estudiantil llamado Andes, una experiencia con similitudes al Cenit, pero esta vez en presencial y en Argentina.

Este intercambio representaba una salida exorbitante de mi zona de confort, puesto que nunca antes había viajado sola, salido del Perú, expuesto ante una audiencia desconocida, bailado frente a la misma y aceptar este reto significaba eso y más. Era una inversión… hasta ese momento no sabía cuánta sería la ganancia.

De un momento a otro, ya estaba pisando suelo argentino. Nuestra delegación tenía una ventaja sobre otros grupos porque habíamos llegado días antes del encuentro y podríamos adaptarnos mucho mejor al cambio de culturas. Las familias anfitrionas se veían muy dispuestas a acogernos; a los minutos ya estábamos en marcha a nuestra nueva vida por los siguientes 9 días, llegamos a “casa”. Antes del evento, tuvimos tiempo para adaptarnos, conocer lugares, costumbres, vocabulario y claro, a la familia.

Durante los siguientes días empezó lo bueno. Fuimos al ICT (Instituto Carlos Tejedor), donde nos encontramos con muchas delegaciones de Perú, los “hosts” argentinos, al igual que varias delegaciones de Colombia, Paraguay y Bolivia. Luego de un momento socializando nos reunieron para la apertura del evento; un momento que no muchos pondrían en un testimonio personal, más a mí me ayudó mucho en la experiencia; escuchar el orgullo y lo fuerte que todas las delegaciones peruanas cantaban el himno, esto me llenó de energía.

En un abrir y cerrar de ojos estábamos escuchando las ponencias sobre el tema que nos movilizaba “La escuela como transformadora de nuevas realidades”, era increíble ver la dedicación y preparación con la que los alumnos presentaban, más tarde llegó nuestro momento. Yo estaba verdaderamente nerviosa, pero recibí el apoyo de estudiantes de países vecinos y el mío, entonces salí. La presentación salió hermosa, otras delegaciones hasta nos felicitaron. Cada día después de las ponencias nos encargaban comisiones donde conversábamos de temas controversiales tocados en dichas ponencias, grande fue mi sorpresa al saber que muchos países estábamos en la misma página, aunque siempre había una que otra diferencia cultural que teníamos que poner en práctica o aprender a respetar.

Luego venía la mejor parte, el debate o conversatorio entre comisiones, digo conversatorio porque más que imponer tus ideas, era expresar tus soluciones a las problemáticas en el sistema educativo latinoamericano e incluso mundial. Viniendo de estudiantes significaba mucho, ver a personas realmente comprometidas con el cambio y evolución es motivador; personas serias y capaces. Recalcamos que no todos son buenos para las mismas áreas (ciencias, números o lenguas), mismas técnicas de aprendizaje (auditivos, visuales, kinestésicos), mismos horarios (diurnos, nocturnos) y demás por lo que el sistema que las escuelas tienen para enseñar y evaluar (calificar más la memoria que el aprendizaje nato) no logra que los estudiantes lleguen a su máximo nivel, además charlamos de cómo las escuelas drenan la creatividad de sus estudiantes al diseñarlos con el mismo molde independientemente de sus habilidades o fortalezas, quitando así la autonomía de decidir qué queremos y necesitamos para nuestra vida.

Otro tema muy tocado y del que además expuse fue “nuevas realidades o brechas más amplias” ya que nosotros sabemos que en el mundo hay países más desarrollados e incluso en cada país regiones con más oportunidades que otras, a las cuales necesitamos escuchar y ayudar. Para cerrar con las conclusiones, sabemos que esta reflexión no puede quedar entre estos más de 200 estudiantes, sino que tenemos que ser la voz del cambio en cada región y país.

Y así llegamos a la parte netamente cultural, las muestras de danza y gastronomía. Fue espectacular ver los diferentes bailes, vestuarios y ser capaz de probar comida traída directamente de otros países, aplaudir las diferencias y reír de las similitudes, a la vez escuchar y cantar, hasta gritar canciones de cada país, todos unidos. Mientras esto ocurría seguir conociendo personas, más costumbres y muchas jergas que probablemente use toda mi vida.

Si bien el encuentro Andes me regaló mucho conocimiento y más ganas de sacar a mi país adelante, me regaló muchos amigos, personas con las que me reunía prácticamente todos los días después del colegio, personas con las que me hablo a todas horas y espero jamás perder el contacto, todas ellas hicieron que el último día se vuelva de los más difíciles; el día de la fiesta final, día que parecía que nosotros éramos una promoción,  que nos conocíamos de toda la vida. Donde creé lazos que nunca pensé crear, incluso donde saqué un lado de mí que yo no conocía. No estoy exagerando cuando digo que se volvieron parte de mí, se ganaron mi corazón.

Para finalizar quiero agradecer a mi equipo: Romina Piscoya, Ana Paula García, Luana Osteolaza, María Fernanda Vizcardo, a la profesora que estuvo siempre con nosotras; María Celeste Tejada, a todos los que hicieron esta una experiencia inolvidable y a mí familia anfitriona; Giulianna, Valentina, tía Marcela, tío Sergio, Elena y Lucio.

Simplemente gracias, jamás los olvidaré.

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