El tema de consumo de alcohol en adolescentes escapa de ser un problema individual para situarse como un problema de salud pública, por los graves perjuicios que provoca, tanto sociales como para la salud del propio adolescente. Hoy esta afirmación es una constatación científica, tanto a nivel nacional como internacional.

De igual forma, es importante reconocer los múltiples esfuerzos y estrategias desplegados para combatir este mal. Hoy los adolescentes tienen acceso a mejor y mayor información sobre la naturaleza, riesgos y males que provoca el consumo de alcohol (desde materiales a talleres). La evidencia científica muestra que el mayor acceso a esta información no disminuye significativamente el problema, por lo que no deberíamos centrar nuestra intervención en “cuanto sabe” sobre este tema.

Quizá sea más adecuado empezar a comprender “cómo piensa” el adolescente su relación con el alcohol. Este planteamiento nos lleva a tener que mirar la problemática desde una perspectiva más interdisciplinaria, más socioecológica, en particular el modelo ecológico del desarrollo (Bronfenbrenner, 1979). Este modelo postula que las actuaciones humanas dependen, en gran medida, de contextos más amplios. Entendida así, la conducta humana es la resultante de una progresiva acomodación mutua entre un ser humano activo, en desarrollo, y las propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que vive; este proceso de acomodación no solo se ve influido por las relaciones que se establecen entre esos entornos entre sí sino también por los contextos más amplios en los que están integrados.

Bajo este enfoque el consumo de alcohol de adolescentes es necesario entenderlo como un problema que integra, y debe movilizar, situaciones individuales, familiares, sociales, políticas, jurídicas y económicas, con las cuales el adolescente interactúa. De esta forma más que buscar factores de riesgo o de protección, en términos de causalidad necesaria, es importante identificarlos como factores de probabilidad. Cuanto mayor sea el número de factores de riesgo presentes en la vida de un adolescente mayor será la probabilidad de consumo abusivo de alcohol; de igual forma, cuanto mayor sea el periodo de exposición a estos factores más se incrementará el nivel de posibilidad de consumo.  Lo importante está, por tanto, en identificar estos factores en los entornos a los que está expuesto el adolescente.

No podemos dejar de prestar atención a factores decisivos en esta comprensión del problema:

  • Creencias y expectativas adolescentes sobre el consumo del alcohol. Los adolescentes tienen expectativas positivas en relación al consumo y estas se expresan a través de la declaración de dos efectos: activación y sedación (ambos sentidos se expresan en la afirmación: me siento bien). Existen estudios que refieren que estas percepciones positivas sobre el consumo del alcohol ya están presentes en niños, quienes todavía no han tenido experiencias con este.
  • Creencias sobre experiencias de socialización. Los adolescentes en sus entornos inmediatos, familia y grupo de amigos, asumen como expresión de fortalecimiento de los vínculos la práctica del consumo del alcohol (incremento de la expectativa de recompensa social)
  • Percepción de invulnerabilidad del adolescente. El adolescente considera que todo lo que pasa a los demás no le pasará a él, y lo que quiere que le pase deberá provocarlo él.
  • Presentismo vitalista. La información que puede recibir un adolescente sobre el alcohol puede ser excelente, pero por lo general está enfocada en los daños a largo plazo o mediano plazo, y se expresa en términos sanitarios. Ambos son irrelevantes para él pues lo único que cuenta es el ahora. ¿Esto hace del adolescente un hedonista irresponsable? La literatura informa que esta situación de hacer lo contrario a lo que sabe responde a una problemática macro social: los valores con los que se relaciona e interactúa, un entorno desmotivante y una perspectiva de futuro poco clara.
  • Los estilos parentales de socialización, comunicación y establecimiento de límites.
  • Modelos y referentes sociales, expresados a través de los medios de comunicación.

¿Qué podemos hacer?

  • Ayudar a comprender y reflexionar sobre los factores protectores y de riesgo presentes en la vida del adolescente. ¿Los conozco? ¿Cómo me expongo a ellos? ¿Cómo los asumiré?
  • Actitud de reflexión crítica sobre a su propio desempeño, en perspectiva de sus propias metas, valores y principios.
  • Actitud de reflexión crítica sobre creencias y expectativas individuales. Para un adolescente ingerir una bebida alcohólica significa obtener gratificaciones valoradas, verificables a corto plazo y que no entrañan para él un peligro real.
  • Fortalecer los estilos parentales de socialización, comunicación y establecimiento de límites. No podemos olvidar que a los adultos, en esta etapa, nos toca acompañar, orientar, corregir con el fin de formar autonomía. Ellos esperan de nosotros referentes de coherencia frente a valores y principios de vida. Si descubren que existen excepciones para consumir alcohol, éstas se convierten en norma. De igual forma, no podemos sucumbir ante determinadas tradiciones o prácticas sociales en las que es “normal” alcoholizarse o experimentar con alcohol, como si fueran parte del desarrollo o asunción de madurez. (Tomar en el verano, durante los fines de semana, en el cumpleaños, en el viaje de promoción, etc.)
  • Actitud crítica frente a los referentes sociales. No basta con mostrar desacuerdo frente a los modelos sociales es necesario ofrecer actuar frente a ellos. Aquí apoyar iniciativas como fortalecer las penas para quienes expongan, comercialicen o incentiven el consumo de alcohol en menores de edad debe ser contundente. De igual forma el mostrar indignación sobre asuntos sociales no puede quedar solo en un “qué pena”. Los adolescentes aprehende y aprenden de nuestras reacciones y de nuestra búsqueda por el bien común.

Quizá resulte trillado afirmar que el trabajo conjunto entre estudiantes, escuela, familias y comunidad es la mejor forma de brindar a nuestros hijos mejores condiciones de vida. Creo que a pesar de eso, debemos insistir y continuar esforzándonos en hacerlo.

Escrito por: César Santamaria

Bibliografía

Berger, & Luckman. (1997). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu.

Bronfenbrenner, U. (2005). Making human Beigns Human: Bioecological perspectives on human development. Thoussan Oaks: Sage.

DEVIDA, C. N. (2014). I Estudio sobre prevención y consumo de drogas en la población general de Lima Metropolitana y el Callao – 2013. Lima: DEVIDA- Observatorio Peruano de Drogas.

Musito, G., Suarez, C., & Del moral, G. (2014). Reflexiones en torno al consumo de alcohol en adolescentes. En I. D. Drogodependencias, Consumo de alcohol en jóvenes y adolescentes. una Mirada ecológica (págs. 29-60). Bilbao: Universidad de Deusto.

Pons, J., & Buelga, S. (2011). Factores asociados al consumo juvenil de alcohol: una revisión desde una perspectiva psicosocial y ecológica. Psychosocial intervention, Vol 20, n° 1, pp. 75-94.

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